Esta frase resume el sentir general de los ciudadanos ante las elecciones. Dejando aparte a los militantes de cada partido y algún otro interesado, el grueso de la población ignora la campaña política por desinterés y hartazgo en su mayoría.
Hace unos días encontraba en la prensa navarra este titular “Los 44.000 indecisos serán decisivos el 22 de mayo en Navarra” y me preguntaba si el marketing podía hacer algo para inclinar la decisión de esos votantes hacia un lado u hacia otro y, la verdad, es que es harto difícil por muchos motivos.
- Audiencia desinteresada. Nadie quiere comprar nuestro producto, no tienen interés en lo que les contamos y es más, en muchos casos incluso rechazan el producto y la comunicación del mismo. Vamos que como situación de partida de marketing, no puede ser peor.
- Mal producto. Esto se podría arreglar si tuviéramos un gran producto. Un gran líder es capaz de vencer esa reticencia de la audiencia e incluso generar mareas de entusiasmo a su alrededor, como el caso de Obama. Por desgracia, ni en el panorama nacional ni en el regional creo que tengamos mimbres para este cesto.
- Ausencia de diferenciación. Aun con un producto mediocre y falta de interés en la audiencia, podríamos llegar a captar su atención haciendo algo diferente, presentando ideas distintas o incluso haciéndolo de diferente forma; pero ni eso. Todos los partidos tienen el mismo tipo de carteles, mítines, comunicación y discurso. Cambien la foto del candidato y el logo del partido por cualquier otro y la campaña funciona igual. ¡Una pena!
- Comunicación unidireccional. Como añadido, ni siquiera aprovechan la oportunidad de las redes sociales, el gran descubrimiento de esta campaña, para ESCUCHAR los mensajes que, a gritos, les están lanzando los ciudadanos. Se limitan a vocear sus proclamas y alentar a sus acólitos. Una verdadera pena.
En definitiva, tanto por hacer y tan poca voluntad por hacerlo. Un caso perdido para el marketing. Quizá algún día llegue alguien que decida cambiar las formas, el fondo e incluso consiga que el marketing político sirva para algo ¿Igual hay que pensar en cambiar las cosas? O no, total, ¿para qué?