La última semana ha vuelto a mi vida de una manera impactante una historia muy ligada a las redes sociales, la solidaridad y la generación de un movimiento en torno a una causa altruista. Y no ha sido el famoso #15M, sino una causa cercana, más humana de la que ya escribí en mi blog hace un año explicando las enormes posibilidades que las redes sociales ofrecen para las causas sociales cuando el que las gestiona lo hace con maestría, un objetivo claro y es capaz de trasmitir algo más que palabras: sentimientos.
La historia ha terminado de la peor manera posible, pero aún en esos momentos, Nestor, el padre de Arene ha mantenido al grupo de casi 35.000 miembros en Facebook informados en todo momento de cuál era la situación de su hija y cómo estaban pasando esos momentos tan tristes. Cuando Arene falleció, las personas que hemos estado involucradas en la campaña recibimos un mail personalizado de sus padres informándonos de una manera sencilla y emotiva de la triste noticia. Hasta en esos momentos han tenido el detalle de cuidar a una comunidad que ha vivido esta historia casi como propia.
La parte buena de esta historia es que las redes sociales permiten que 35.000 personas que no conocen a estos padres hayan servido de apoyo, de colchón emocional y de sostén en los malos momentos, compartiendo alegrías en los buenos. Gracias a estos apoyos, magistralmente alimentados por el trabajo de “Community manager” de Nestor, se ha conseguido numerosa presencia en medios tradicionales e incluso avances legislativos en el tratamiento de las enfermedades raras. Estos logros, a día de hoy no alivian la pérdida de Arene, pero sin duda ayudarán a otras familias que se encuentren en este caso. El 2 de junio celebraron una despedida a Arene, numerosas personas estuvieron allí, en Derio, y su familia sintió también la presencia virtual de casi 35.000 personas más. Sólo por eso merece la pena la utilización de las redes sociales para temas sociales o solidarios. El valor de nunca sentirse solo.